sábado, 1 de noviembre de 2008

Por qué te abates, oh alma mía,

1 Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
2 Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?
3 Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche,Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
4 Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí;De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios,Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.
5 ¿Por qué te abates, oh alma mía,Y te turbas dentro de mí?Espera en Dios; porque aún he de alabarle,Salvación mía y Dios mío.
6 Dios mío, mi alma está abatida en mí;Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán,Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.
7 Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas;Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.
8 Pero de día mandará Jehová su misericordia,Y de noche su cántico estará conmigo,Y mi oración al Dios de mi vida.
9 Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí?¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?
10 Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan,Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?
11¿Por qué te abates, oh alma mía,Y por qué te turbas dentro de mí?Espera en Dios; porque aún he de alabarle,Salvación mía y Dios mío.